Turno 4

Acto XI: Nueve persianas y media
Durante varias semanas los investigadores policiales, encabezados por el detective Torrente, intentaron esclarecer los sucesos que habían tenido lugar en el bloque, pero no consiguieron establecer móviles, causas o autores de los hechos.
Tampoco contaron con mucha colaboración de los vecinos, reacios a ser investigados. A decir verdad, decidieron dejar el caso por imposible. Además, Sansalayne untó al comisario de la zona para que no metiese las narices. Al fin y al cabo, todo salía a pedir de boca. Estaban matándose entre ellos, lo que su cruel mente siempre había planificado. En poco tiempo, acabaría con todos. Y si alguno quedaba con vida, ya se encargaría ella, como había hecho con su marido. Por tanto, la vida se abría camino en el portal, con los supervivientes reponiéndose de las repetidas muertes e intentando volver a la “normalidad”.
- Como presidente de la comunidad – dijo Madelaf levantándole el dedo amenazadoramente a Symon Lynch - es su deber encargarse de los desperfectos en el edificio. Para algo pagamos.
- Perdón, ¿qué? Señora. Usted hace tres meses que no paga. Desde la muerte de su hermana anda usted fatal de la cabeza.
- No tan mal como para no saber que no ha habido elecciones trimestrales y que usted gobierna la comunidad violando las reglas democráticas. Es un golpe de estado. Bueno, de comunidad.
- Señora, por favor, relájese, pague la comunidad y la comunidad le cambiará la bombilla del descansillo.
- Cámbieme la bombilla y pagaré.
- Pague y le cambiaremos la bombilla –insistió Lynch.
- Cambie la bombilla y pagaré –replicó Madelaf.
- Ya que estamos –intervino Tremal, que subía por las escaleras a su piso – hace meses que pedimos que nos arreglen las persianas. Sansalayne dijo que usted lo arreglaría, Lynch.
- Sí, claro. Yo arreglo todo, no te jode. No hay dinero. NO HAY DINERO.
- ¿Y dónde está el dinero? – dijo el Sr. Sabat, que bajaba del ático acompañado de Gastón y Piej-. Yo le he pagado puntualmente.
- Y yo también – dijo Madelaf – pero este se está acucharando lo que pagamos. Mis persianas están jodidas también.
- A nosotros se nos estropisiarion las persianas cuando mataron a mi Serandalín. Es una sinrasón que mis chamaquitos tengan que dormir expuestos a que el rarito de su hijo los observe con esa mascarada nada chévere que usa en la cara – intervino Ellairilia desde abajo, asomándose a la barandilla de la escalera.
- Y mi Antares, que en paz descanse, murió porque las nuestras también están estropeadas – gritó la vieja loca desde abajo.
- Si ya se lo decía yo – dijo Alek Nevski, que se unió al grupo, con sorna -. Váyase Sr. Lynch, váyase.
- Puedo prometer y prometo – empezó a decir Lynch – que nunca he metido mano en laaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaHhhhhhhhhhhhhhhh…
Alguien lo interrumpió, empujándolo escaleras abajo. Su propio hijo, Svegsson, con la máscara de Darth Vader puesta, dijo:
- ahhshhhhhasssssjfjs huuuuuuuuuhuhuh (supuesta onomatopeya de la respiración de Darth Vader). Mi padre, Symon Lynch, les ha estafado todo el dinero de la comunidad. Debía morir. Si quieren persianas, cojan las de nuestra casa. Están todas nuevas.


Acto XII: Yo soy esa
- Cuidado con los escalones, mama, cuidado con los escalones – decía Wind, pacientemente, mientras ayudaba a Doña Asha a subir las escaleras-.
- Casi que cuando el Sr. Lynch estaba vivo, las cosas iban mejor. Hace ya un día y medio que no funciona el ascensor. ¿Qué será lo próximo? – protestaba Doña Asha.
- Mama, yo soy el nuevo presidente de la comunidad. Voy a acabar de una vez por todas con las cucarachas. ¿Acaso no tienes fe en mí? Yo era un yonki acabado y mírame ahora… notario, y presidente de la comunidad.
- Ay, hijo querido. No es que no tenga fe en ti, pero seamos sinceros. No estás muy preparado para la reunión de esta tarde.
- Sí lo estoy, mama, sí lo estoy. Ya lo verás.
A la tarde los vecinos se reunieron para lo que Sansalayne denominó la “Sesión de investidura” del nuevo presidente. Estaba tan contenta de que los inquilinos estuviesen cayendo como moscas que incluso se permitió invitar a un pequeño catering en el Bar Sinson.
El Pollo había contratado a Nod como empleado, en sustitución de Serandal, y a Loboct en sustitución de Eleuve, aunque le exigía que atendiese siempre como Lobah. "Definitivamente", pensó Loboct, "este trabajo es mucho mejor que el del banco. Tengo cerca la caidita de ojos del Pollo; pronto caerá en mis brazos".
- Lobah… que te quedas empanado mirándome. Muévete, mete los platos sucios y saca los canapeses que hemos preparado.
- Sí, cariñito. Yo meto lo que tú me digas.
- Tira- respondió, ofendido, el Pollo.
- Lisensiado – dijo Nod – va a empesar la selebrasión.
Y así era. Wind empezaba su discurso.
- Señoras y señoras del portal, camareros, señora Sansalyne, buenas tardes. He preparado unas palabras para mi investidura pero estoy muy emocionado para leerlas. Además, antes de seguir adelante, quisiera esclarecer ciertos hechos que han tenido lugar y me afectan directamente: Alguien ha tirado lejía en la colada de mi mama esta mañana. ¿Quién ha sido?
- Yo soy esa – respondió Madelaf.
- ¿Quién?
- Esa oscura clavellina – continuó Madelaf.
- Vale. Lo apunto. Hablaremos después. Siguiente pregunta. Alguien ha dejado en la caseta del conserje un vibrador que parece de la marca de los de la señora Val. ¿Quién ha sido?
- Yo soy esa – respondió Doña Asha.
- ¿Tú mama?
- ¿Acaso no tengo nombre?
- Pues no sé mama. Te llamas mama, ¿no? ¿Carmen? ¿Lolilla? ¿Pilar?
- No, si como quieras llamarme me tendré que conformar.
- Pues seguimos. Tercera pregunta. Alguien ha puesto música punki a toda pastilla. ¿Quién ha sido?
- Yo soy esa – respondió Lauerys.
- Tú a nadie le interesas – respondió Doña Asha.
- ¿Y quién ha colgado los tangas usados de la barandilla del 3ºA?
- Yo soy esa – dijo Lobah.
-¡Aaaaah! – gritó Wind – la que miente cuando besa.
- ¡A tomar por culo, tarados! – interrumpió el Pollo -. Están todos como cabras. ¡Fuera de mi bar!
- Pero que es mi sesión de investidura.
- ¡Fuera de mi bar!
Uno a uno se fueron yendo a casa. Al final, se iban cogidos del brazo Wind y su madre.
- Mama, ¿sabes que no sé por qué, pero mi discurso me recordaba a algo?
- Ni idea hijo. Sube, que yo voy a sacar las cartas de buzón. Ahora te veo.
Wind subió. Entró en casa de sus padres. Sobre la mesa vio la cuchara favorita de su padre. Decía que el mismo Uri Geller se la había doblado. De entre las sombras salieron unas personas. Cogieron la cuchara doblada de Uri Geller y le arrancaron el corazón a Wind.
En el descansillo de la escalera, Doña Asha conversaba con Nalibia sobre lo desdichada que era la viudedad y lo bien que funcionaba la SuperCock2000 para paliar los efectos más notorios. De golpe se quedaron a oscuras. Doña Asha gritó:
-¡Suéltame, canalla, suéltame!
Alguien la había agarrado y la llevaba escaleras arriba. La luz volvió en el descansillo y Nalibia empezó a gritar como una posesa.
- ¡Mi SuperCock2000! Vieja asquerosa, mugrosa, zumaya, pechotorda, bigotezorra choriza ¡Me ha robado mi SuperCock2000! ¿Dónde se ha metido, bruja?
Sin embargo, la vieja no la escuchaba. Alguien la subió a la azotea y la arrojó desde allí. Doña Asha apareció descuajaringada en la acera. Se le habían salido las gafas y tenía el cuerpo entre espachurrado y deformado. En su mano, sin embargo, estaba la SuperCock2000 que le había sisado a Nalibia del bolso.


Acto XIII: (con el) Bar Adentro

La muerte de Lady Val había trastornado a Pulgar. Cada día estaba más enamorado de Lobah, pues veía en ella a su mujer muerta. Sin embargo, aún se sentía casado, por lo que no tenía fuerzas para dar el paso. Ahogaba sus penas en alcohol. Podría decirse que tenía todo el alcohol del bar adentro. Vivía borracho y cachondo, pensando en zumbarse a su cuñado pero sin juntar las fuerzas para hacerlo.
Lloraba y sus gritos se escuchaban en todo el portal.
- ¡Mi Vaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaal!
Lobah ya no lo aguantaba. No sabía cómo explicarle que él no tenía nada que ver con Val.
Un buen día, Pulgar se volvió loco. Era uno de esos días que había bebido todo lo que había pillado, incluso, una botella de alcohol de heridas. Se dirigió al despacho de su mujer, donde estaban sus artilugios. Se puso a buscar entre los penes. Había de todas formas, tamaños y colores. Grandes, pequeños, suaves y ásperos. Al fondo de una caja la vio. No estaba hinchada, pero no era problema, él no tardaría mucho en hacerlo. Había decidido llamarla Daisy. Buscó la boquilla para inflarla. Poco a poco, sus curvas se fueron perfilando y su boca roja entreabierta (seamos sinceros: abierta) iba tomando forma en su cara.
Pulgar notó algo. Era incapaz de despegar los labios de la boquilla. Alguien había puesto pegamento de contacto extrafuerte marca ACME en la misma, de forma que ya no podía respirar, más que aspirando una y otra vez el aire que había dentro de la muñeca, que se hinchaba y deshinchaba rítmicamente.
Sin embargo, cada vez entraba más dióxido de carbono y menos oxígeno en los pulmones de Pulgar, que en unos minutos y con la cara enrojecida moría asfixiado por sus vicios.

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