Turno 8

Acto XXI: El retorno del Jedi
Otra noche más hacía un frío terrible en la azotea.
- Casi lo consigues – le dijo Sansalayne, envuelta en una túnica roja encapuchada a Nevski.
- Sí. Casi lo conseguimos. Si no hubiese sido por… - respondió Nevski.
- No importa ya. Quedan pocos. Aún podemos hacerlo. Es el momento que esperábamos. Ejecuta la orden 66.
- No me siento con fuerza para hacerlo.
- ¿En serio? Entonces tendré que hacerlo yo.
- Creo que no voy a dejarte que lo hagas.
- ¿Cómo? – preguntó Sansasidious, perpleja.
- Que ya no hay ira en mí.
- ¡Bromeas! Siempre ha habido y siempre habrá ira en ti. Eres mi lugarteniente, el paladín del lado oscuro.
- Te equivocas. Ya no soy un Sith. Matar a Svegsson me ha hecho ver cuán equivocado estaba. Creo que vuelvo a ser lo que nunca debí dejar de ser – dijo, activando su sable láser, sólo que no era el suyo y no era rojo, sino que era el de Sveg. Verde.
- ¿Así que ahora me vienes con eso? – preguntó Sansasidious, activando, a su vez, su doble sable láser -. Es una pena. Me caías bien.
El duelo fue difícil. Nevski, con una sola mano, poco podía hacer por repeler los ataques de Sansa, que se movía con agilidad pasmosa y tenía un dominio impresionante de la fuerza. Retrocedió hasta que no le quedaba espacio.
- Pese a lo que digas, yo aún puedo sentir tu ira. Pero ya no me sirves. Muere.
Sansasidious hizo un movimiento rápido con el sable láser y le cortó la cabeza, que cayó al vacío desde la azotea.
“Es el momento de limpiar la Comunidad” – pensó para sí misma. Esas ratas no sobrevivirían mucho tiempo más.

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